Si el cadí comprobare que ha habido daño y no pudiere saldar las diferencias entre los cónyuges, dispondrá su separación y su decisión será irrevocable.
Si los dos árbitros no se pusieren de acuerdo, el cadí, bajo juramento, adoptará una tercera decisión por separado o elegirá la decisión que prevalecerá.
Cabe señalar aquí que, en caso de separación, los árbitros tienen autoridad ilimitada para evaluar el maltrato, puesto que su decisión no necesita estar fundamentada.
En Samoa, los abogados desaconsejan activamente a las parejas que recurran a los tribunales y las alientan a que esperen el periodo de separación de tres años.
En cuanto a la separación de los cónyuges, el abandono del marido por parte de la mujer equivale al adulterio, lo que es claramente discriminatorio para las mujeres.
La postergación del pago de la dote vitalicia de viudez podrá extenderse hasta la separación o la muerte, a menos que se hubiere establecido un plazo diferente en el contrato.
La Sra. Hodge alegó que había sido víctima de discriminación en comparación con las parejas casadas que se habían separado y que recibían una pensión de supérstite cuando fallecía su cónyuge.
Si no pudieren hacerlo y el marido fuese el único o el principal causante del maltrato, los dos árbitros decidirán que la pareja se separe conforme a un divorcio irrevocable.
Si la reconciliación resultare imposible y el marido fuere el único o principal causante del maltrato, la decisión de autorizar la separación de la pareja equivaldrá a un divorcio irrevocable.
Sin embargo, como prácticamente todos los contratos de trabajo en el exterior son para personas sin familiares a cargo, se crea una carga social considerable debido a la separación de las familias.
Cualquiera de los cónyuges que alegare que el otro —el marido o la mujer— le ha causado un daño que imposibilita la cohabitación, podrá solicitar al cadí que disponga la separación.