Se trata fundamentalmente de devolver el protagonismo a la gente de buena voluntad en detrimento de los fanáticos y extremistas que fomentan la división y el odio.
Nuevas formas de barbarie proliferan atizadas por el fanatismo y, con la multiplicación de armas de destrucción masiva, no se puede excluir que cualquier grupúsculo de enloquecidos redentores provoque un día un cataclismo nuclear.